El pegamento que une la atención al contenido: la emoción

Después de 15 años dando clases de refuerzo a estudiantes de todas las edades y de buscar e investigar las razones que conducen a un adolescente o un niño a fracasar en sus estudios, he podido comprobar que una amplia mayoría presenta tres características comunes:

Falta de motivación
Falta de confianza en sus propias capacidades
• Mala gestión de la frustración

Empecemos por el final. La capacidad para tolerar la frustración es la capacidad para persistir cuando los aprendizajes cuestan, la capacidad para volver a intentar algo una y otra vez hasta conseguirlo.

Todos (adultos y jóvenes) llevamos dentro un pequeño saboteador interno que quiere las cosas al instante y tolera mal el “no saber” y el esfuerzo que implica el aprendizaje. Esa parte de nosotros se frustra rápidamente y experimenta rabia. El resultado es que rechazamos aprender porque conecta con el dolor, con la percepción de que las cosas cuestan esfuerzo.

En cuanto a la motivación y la autoconfianza, hemos de buscar un poco más adentro.

Me dejó realmente impactada un fragmento que leí en el libro La emoción decide, la razón justifica, de Roberto Aguado:

“Este/a chico/a puede, pero no quiere”. Te aseguro que cuando ante el estudio un estudiante siente asco, tristeza, miedo o rabia, no puede. Es un error decir que porque tiene un Cociente Intelectual normal o alto, puede, ya que si se disparan ante el estudio las emociones desagradables asco, rabia, miedo, tristeza o culpa, no puede estudiar, su cerebro no se lo permite, aunque quiera, no puede.”

Y es totalmente cierto. Cuando hablo con mis alumnos sobre los motivos por los que están suspendiendo, ellos razonan perfectamente las causas por las que no aprueban: falta de atención, de estudio, de concentración… Saben qué están haciendo mal, pero no saben cómo corregir esos fallos. Se sienten impotentes, sin voluntad suficiente, caen en el desánimo y se dicen a ellos mismos que no valen para estudiar.

En Ecum Formación intentamos despertar en nuestros alumnos otras emociones que les ayuden a conseguir sus logros: Curiosidad, Seguridad y Admiración. Desde esas emociones van progresivamente desarrollando su potencial, alcanzando éxitos y sintiéndose capaces de conseguir lo que se propongan.

Os dejo otra joya que ha transformado mi manera de enseñar y ayudar a mis alumnos:

“La emoción es el pegamento que une la atención al contenido. El aprendizaje se fija cuando consigue despertar nuestro interés, cuando llama nuestra atención. Cuando la emoción está presente, nos implicamos, nos involucramos, y esto incide positivamente sobre la memoria y el recuerdo.”(Coaching Educativo, las emociones al servicio del Aprendizaje, Carmen Valls y Coral López)

No hay nada más inspirador y motivador para mí que conseguir que un alumno cambie la idea que tiene de sí mismo y de sus capacidades. Merece la pena todos mis esfuerzos y me hace sentir una satisfacción y agradecimiento infinitos.

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